viernes, 19 de diciembre de 2008

Ezequiel Zamora pugnaba por la alternancia en el poder y la no reelección
Simón Alberto Consalvi, editor adjunto de El Nacional, escribe sobre los problemas que han acarreado la propuesta de presidencia vitalicia a lo largo de la historia venezolana
07 de diciembre 2008 10:26 am - Simón Alberto Consalvi

Ezequiel Zamora y los guerrilleros de la Revolución Federal que incendiaron el mapa venezolano durante cinco años, voceaban dos grandes consignas, "Principio alternativo. No reelección" y "Federación o muerte, no centralismo". Ninguno de los presidentes que habían precedido aquellos tempestuosos tiempos ("el cielo encapotado anuncia tempestad") se había resignado a retirarse del poder luego de ejercerlo, dos o tres veces. "Principio alternativo" no era sino un grito contra la reelección presidencial, considerada como un factor de retraso y perturbación.
En el siglo XXI, tedioso y decadente, la consigna decimonónica retorna a la escena política: "Gobierno alternativo". La presidencia vitalicia ha sido la obsesión del Presidente de la República desde el día que hizo su "juramento". Con tales propósitos intentó el golpe de Estado el 4 de febrero de 1992, lamentablemente frustrado porque de haber triunfado ya pertenecería a la historia, y estaríamos disfrutando de la paz que nos ha negado desde hace ya cerca de veinte años.
Tiene diez en el poder, le faltan cuatro, puesto que la Constitución dispone la toma de posesión del sucesor el 10 de enero de 2013. Para entonces, el jefe de la revolución bolivariana sumará catorce años en la Presidencia. Ahora, rescata la consigna "Uh, ah, Chávez no se va", aunque la reelección fue negada en el referéndum de 2007.
El 15 de agosto de aquel año presentó su proyecto de reforma. Dentro del bosque barroco de propuestas presentó la que lo desvela, y lo hizo como quien no rompe un plato. El documento tenía por título "Anteproyecto para la primera reforma constitucional / Propuesta del presidente Hugo Chávez". No se habla de reelección, sino de "continuidad de elección". Gran refinamiento lexicográfico para eludir la impopular palabra "reelección". Ni don Andrés Bello habría sido más metafórico. Un cuidadoso uso impropio de las palabras, para uso de electores lerdos.
Ninguno de los dictadores del siglo XIX postuló la presidencia vitalicia. Tampoco Cipriano Castro, en el XX, ni, ¡válgame Dios!, Juan Vicente Gómez. Don Cipriano se hizo reelegir, pero no le sirvió de mucho; hizo extender el periodo de tal modo que le tocara presidir el primer centenario de la Independencia. Jurungó tanto el azar, desafió a los dioses, que enfermó, viajó a Europa el 24 de noviembre de 1908, y el compadre Juan Vicente le dio el golpe de gracia el 19 de diciembre.
Ahora nos toca registrar el centenario del golpe de Gómez con otro golpe a la Constitución. Gómez tuvo 17 constituciones. No se sentía eterno y como venían las cosas, las iba toreando. Quizás por eso murió en la cama. Su astucia es irrepetible. La historia, en suma, está llena de lecciones, baste como ejemplo el del Ilustre Americano. Nadie más dueño del país que el general Guzmán Blanco. Y, sin embargo, comprendió que le gente merecía un descanso de tiempo en tiempo. La asfixia es impredecible.
De nada sirvió el referéndum constitucional del 2 de diciembre 2007. El veredicto popular quedó reducido al juego de ruleta: probar hasta que salga el número. Pienso discretamente que tampoco servirá de nada la vuelta de la fortuna, en el supuesto (negado) de que tenga éxito. Para el jefe de la revolución basta el grito de "Uh, ah, Chávez no se va" para que se movilicen sus escuadrones a costa de nuestra paz.
Sin embargo, el dilema no está en las firmas, sino en el hastío popular, en la fatiga, en la repulsa que el país siente por un discurso agresivo y monótono que da vueltas en sí mismo, aturde y nos reduce a rehenes que no podemos ni siquiera disfrutar de las fiestas de Navidad.
Pero hay algo más en el evidente nerviosismo de someter la enmienda reeleccionista "antes de 60 días". En "febrerillo loco" comenzará la estación de las malas noticias. Se acabaron las vacas gordas que permitían prometer villas y castillos. Con el barril del petróleo a menos de 40 dólares, el "socialismo del siglo XXI" será una pesadilla.
"Yo ya me autopostulo para las elecciones del 2012", dijo, ufano, el jefe bolivariano esta semana. Me pareció oír a don Cipriano. De modo que, a apagar radios y televisores, porque tendremos 4 años de campaña. Mucha agua correrá bajos los puentes, menos por el segundo sobre el lago, porque ese no se construirá. Estamos a un siglo del golpe de Gómez, y a 4 décadas de unas elecciones (entre Barrios y Caldera) que se decidieron por 30.000 votos, como recuerda desde Ciudad Guayana el doctor Luis Enrique Díaz, fiel lector. En la era democrática no había hombres "providenciales". La alternabilidad republicana fue una de sus grandes conquistas, pero falló en no prohibir de modo absoluto la nefasta reelección, vicio del cual nadie salió bien en los 200 años de historia a que nos acercamos.
Repitamos con Ezequiel Zamora, el traicionado: "Principio alternativo". "No reelección".

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